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Entonces le dije que un arcoíris se sentía como los rayos del sol sobre la piel, sabía dulce como la miel, te provocaba sonreír, olía a pasto mojado, era inmaterial y aun así se mantenía suspendido en el cielo, no tenía principio ni final. Era espontáneo y efímero.

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No se necesitan todos los sentidos para experimentar el mundo, solo se necesita darle sentido al mundo que experimentamos.

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Cierra los ojos y escucha un arcoíris.
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